es la sonrisa permanente que jamás te arrebatan”

Las cinco luces debajo de las barbillas, dejan ver las máscaras y el rostro de una niña. Poco a poco la penumbra va desapareciendo y entra en escena un brillante Arlequín que se dispone a quitar la máscara de uno de los personajes; su rostro era mustió, pero al ver la luz y los brillantes lanzados por el Arlequín sobre su cuerpo, rompe en una sonrisa, reconoce el espacio y descubre a la pequeña niña que portaba las primeras luces sobre el escenario. Un gran abrazo entre los dos cierra el primer cuadro de Dulce y Pelota, el segundo montaje del Circo Momo, el primer eslabón en la búsqueda del nuevo circo.
Así, el espectador queda atrapado por Alegría, aquel arlequín que con su mágica confitura devuelve la vida a lo que estaba quieto e inerte, una sensación de inexplicable regocijo, de reconciliación con tus fantasías de niño (a). En el teatro La Fanfarria durante estas dos semanas, el Circo Momo ha demostrado porque es el circo más bueno del mundo y no el mejor, porque en esa escala entraríamos a valorar el sentido de lo bello y la perfección de las formas en el actuar, en cambio aquí, se trata de admirar la actitud valiente de un grupo de niños (as) que comienzan a transitar el camino hacia la belleza, que han conocido el arte por un accidente estupendo y que muchos aún no entienden, pero que coronará sus vidas de ilusiones encantados por el arte; he ahí lo que va de lo bueno a lo bello.
Un gran acierto del Circo fue haber comenzado la escena con Momo, la novela de Michael Ende y, por la cual, se acuña el nombre a la Corporación, pues significó el despertar, el paso de una condición a otra y, ahora que la mayoría han asumido el reto de continuar, Dulce y Pelota logra profundizar y trascender el nivel como corresponde al hecho de contar con, por lo menos, un año y medio más de formación; ahora, se nota con mayor detalle el trabajo sobre los cuerpos, la conciencia sobre el escenario y la presencia escénica, la rapidez mental para solucionar inconvenientes en la escena, la comunicación en equipo y la interacción con el público.
Circo Momo viene interpretando bien su misión: dejar que entre el juego y la risa para romper ciclos y permitir que los mismos niños y niñas se descubran en el proceso, acompañar una disciplina necesaria para el aprendizaje y llevarlos a escena, que es la mayor confrontación de un ser humano consigo mismo y con otros.
LUZ TOTAL. En un desborde de alegría, al ritmo de la música, aparecen todos los personajes en el escenario, repitiendo acrobacias y figuras uno tras otro. El cuadro termina con una explosión de aplausos, el mejor regalo para su mejor obra, la vida misma…
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